Ayer que estaba almorzando pedí un mi plato especial, pues yo tengo mis
antojos... pedí frijoles rellenos y me dieron de los buenos, bien rellenos
de gorgojos.
Pues estaba muy tranquilo masticando mis frijoles de aquel
mi plato especial, cuando me sale la peche llorándome y reclamando y diciéndome:
-Bandido, llévame a la capital
La pobre peche no ha visto las burucas
del mercado donde hay que entrar con un leño. No conoce el aguacero de estar
con un mesonero quizá más chucho quel dueño.
Nunca será como el valle donde
nunca falta nada. Hay huisquiles, albahaca, verdolagas que cortar y si quiero
tomar leche pues ¡a lazar una vaca y empezar a ordeñar!...
Yo no tengo
vaca propia, pero como hay tantas solas, pues ¡la que caiga primero! El dueño,
quiera que no, al no saber que soy yo, le echa la culpa al ternero.
Dios
guarde en la capital, la leche ya sólo es agua, ¿El precio? mejor lo callo, y
si se mira algo espesa cuando está puesta en la mesa es con leche de papayo...
No
sabés, mujer lo grave de que vayas por la calle sólo por ir a pasear; y que
luego te confundan porque ¡vieras cómo abundan! te van a querer tentar.
El
bendito medio día con la bulla de los carros con carreras, empujones, con
los gritos de La Chica! Juegue el siete! Va la Prensa! Ay, Corazón de Jesús. y
quien sabe de tu suerte si en esa hora bendita querés agarrar un bus .!
No
sabés lo qués un carro que en tantito de descuido te hace las patas parar. Se
para el carro adelante y el chofer enojado tuavía dice: -Cuidado por que
voy a recular
No, peche, quedáte ahí que aquí quedás en la calle. No me pidás por favor traerte a San Salvador, estás mejor en el valle.
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