Alfredo Espino



A L F R E D O    E S P I N O

(POEMAS CLÁSICOS)





La única obra poética de Alfredo Espino esconde en su interior la pasión y la tristeza por la vida de un hombre que supo mirar el alma de los salvadoreños a través de las señales que regala la naturaleza a los libres y limpios del alma.

Espino ha sido considerado, desde su muerte el 24 de mayo de 1928, uno de los poetas más leídos y recitados de memoria entre gente de todas las edades.Y mucho más que eso, la percepción de Espino sustrajo de la naturaleza los elementos necesarios para que vivieran eternamente en las 96 páginas de su único libro “Jícaras Tristes”.

Tenía 28 años cuando murió. Su padre Alfonso Espino, profesor y poeta, recogió amorosamente los escritos de su hijo en un tomo de poemas que se publicaron en 1932, en el periódico “Reforma Social”. La inclinación de Espino por la poesía proviene de un ambiente familiar propicio para ello. Su madre, Enriqueta Najarro de Espino, era maestra y poetisa. Tuvo ocho hermanos. Escribió poesía, se inclinó por la música, la pintura y la caricatura. En 1927, un año antes de morir, se doctoró en leyes en la Universidad de El Salvador con la tesis “Sociología Estética”.

La poesía de Alfredo Espino sigue siendo comentada por lectores e intelectuales después de su muerte. Nació en Ahuachapán el 8 de enero de 1900, en medio de una numerosa familia de intelectuales. Después de muerto, su poemario “Jícaras Tristes” dejó al descubierto a un poeta de gran calidad y talento. Calificado como “El poeta niño” y “El poeta nacional”, a Espino lo ha rodeado un aura de soledad sólo comparable con los grandes poetas atormentados..."Porque todo buen poeta tildado como tal, ha sabido del amor como del dolor"



ÁRBOL DE FUEGO

Son tan vivos los rubores
de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
"Corazones hechos flores".

Y a pensar a veces llego:
Si este árbol labios se hiciera...
¡ ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego...!

Amigo: qué lindos trajes
te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes...

Qué bueno el cielo contigo,
árbol de la tierra mía...
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía...

Bajo un jardín de celajes,
al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.






CAÑAL EN FLOR

Eran mares los cañales
que yo contemplaba un día
(mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).

El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda...

Los vientos-niños perversos-
bajan desde las montañas,
y se oyen entre las cañas
como deshojando versos...

Mientras el hombre es infiel,
tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel...

Y que triste la molienda
aunque vuela por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches... y las cañas...
¡ Vierten lágrimas de miel!







ASCENSIÓN

¡Dos alas!... ¿Quién tuviera dos alas para el vuelo?
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no fuera un mar, ¡Bien sería otro cielo!...

Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores...
¡Que pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones... Lo rastrero no sube:
ésta cumbre es el reino del pájaro y la nube...

Aquí he visto una cosa muy dulce y extraña,
como es la de haber visto llorando una montaña...
el agua brota lenta, y en su remanso brilla la luz;
un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz...

Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,
como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.

Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.
Y que asco y que tristeza comenzar a bajar...

(¿Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
¡ Sobre aquél mar dormido que parecía un cielo!)

Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,
como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas...



DESPUÉS DE LA LLUVIA

Por las floridas barrancas
Pasó anoche el aguacero
Y amaneció el limonero
Llorando estrellitas blancas.

Andan perdidos cencerros
Entre frescos yerbazales,
Y pasan las invernales
Neblinas, borrando cerros



E L  N I D O

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical.

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón





LA MUCHACHITA PÁLIDA

Aquella muchachita pálida que vivía
pidiendo una limosna, de mesón en mesón,
en el umbral la hallaron al despuntar el día,
con las manitas yertas y mudo el corazón.

Nadie sabe quien era ni de donde venía
su risa era una mueca de la desilusión.
Y estaba el sello amargo de la melancolía
perpetuado en dos hondas ojeras de carbón.

En las carnes humanas dejo el hambre sus rastros...
La miraron las nubes, lo supieron los astros...
El cielo llovió estrellas en la paz del suburbio

Nadie sabe quien era la muchachita pálida...
Entre tanto ¿en la noche, la noche triste y cálida?
arrastrando luceros sigue el arroyo turbio...



LA TÓRTOLA

¡ Cucú, cucú! ¡ Estás gimiendo,
tórtola del arrozal?
¡ Mirá que me estás haciendo
con tu cantar, mucho mal!

¡ Cucú, cucú! EL caserío
se va llenando de calma,
¡ Y un naranjo y una palma
se están besando en el río...!

Cantarito que te llenas
con el agua del riachuelo:
¡ Qué bello es mirar el cielo
bajo las tardes serenas!

Lirio del campo, morena
que hueles a leche y rosas:
¡ Cómo el alma es tan dichosa
cuando la vida es serena...!

Entre sonrosadas galas
la tarde se va durmiendo.
Tórtola que está gimiendo:
¡ Si eres madrigal con alas!






UN RANCHO Y UN LUCERO

Un día ¿¡primero Dios!?
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Que más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...

Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantará
y una poza que copiará
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...





LAS MANOS DE MI MADRE

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡ Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡ Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡ Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡ Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡ Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡ Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡ Las manos de mi madre perfuman con terneza!


QUEZALTEPEC

La noche fue dantesca... En medio del mutismo
rompió de pronto el retumbar de un trueno...
Tropel de potros que rompiera el freno
y se lanzara, indómito, al abismo...

Un pálido fulgor de cataclismo,
al cielo que antes se mostró sereno,
siniestramente iluminó de lleno,
como si el cielo se incendiara él mismo...

Entre mil convulsiones de montaña
se abrió la roja y palpitante entraña
en esa amarga noche de penuria...

Y desde el cráter en la abierta herida
brotó la ardiente lava enfurecida
como un boa incendiando de lujuria.



LOS PERICOS PASAN...

La tarde despierta de su sueño,
cuando la alígera nube despunta cantando...
Una nube de alas... una alegre nube que baja, que sube...

Son ellos. Se alejan entre llano y cielo.
Son las esmeraldas de un collar en vuelo...

Bulliciosamente trazan una verde curva en el ambiente,
¿Van a los palmares de ondeante abanico?
Ellos van a donde les apunta el pico.
Se alejan, se alejan ...pero van tan juntos,
que más bien parecen renglones de puntos...

Y en un llano caen,
así como cuando un árbol se está deshojando







DE REGRESO AL BLOG

"La poesía como una expresión artística de la sensibilidad
resurgiendo en el amor de Espino a la posteridad"
Email: creatisa@gmail.com - CARLOS GUZMAN - Noviembre 2009

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